La niña de ocho años que descubrió por casualidad la mejor conservada colección de arte de la prehistoria

Al hallar las Cuevas de Altamira, María Sanz de Sautuola y Escalante cambió para siempre la forma de acercarnos al estudio de nuestro pasado más remoto

Pintura de bisontes en las cuevas de Altamira, Santander, Cantabria, España. (Foto de: Sergi Reboredo/VW Pics/Universal Images Group vía Getty Images)
Pintura de bisontes en las cuevas de Altamira, Santander, Cantabria, España. (Foto de: Sergi Reboredo/VW Pics/Universal Images Group vía Getty Images)

Las Cuevas de Altamira están rodeadas de misterios. Los investigadores todavía tienen mucho por descubrir en las 18 grutas ornamentadas ubicadas en el pueblo cantábrico de Santillana del Mar, en el norte de España, donde se demostró los habitantes del paleolítico fueron capaces de crear grandes obras de arte.

Uno de los asuntos que todavía causan polémica es quién descubrió este lugar icónico que posee un enorme valor universal porque, según la Unesco, “constituye un testimonio excepcional de una cultura ancestral y una ilustración extraordinaria de una etapa importante de la historia de la humanidad”.

El Ministerio de Cultura de España atribuye el descubrimiento a Modesto Cubillas, un lugareño que habría identificado la cavidad en 1868. Una de las versiones cuenta que el tejero estaba de cacería cuando su perro cayó entre unas rocas cuando perseguía a una presa. Cubillas llegó a la entrada de la cueva cuando acudió a socorrer a su animal.

El cazador no prestó mayor importancia porque la zona estaba repleta de cavernas. Los geólogos han determinado que no todas esas cavidades son producto de la erosión marina sino que en realidad son un sistema de galerías diseñadas con gran inteligencia por la mente humana.

Cubillas comentó el hallazgo a sus vecinos, sin dar mayor importancia. No fue sino hasta 1875 que Marcelino Sanz de Sautuola, un hombre acaudalado y aficionado a la paleontología, fue a las cuevas por primera vez en 1875 en una visita en la que no encontró nada que lograra llamar su atención ni despertar su curiosidad.

En 1878, Sautuola tuvo la oportunidad de observar de primera mano las reliquias prehistóricas encontradas en el sur de Francia que habían sido exhibidas en la Exposición de Paris.

Fue entonces cuando volvió a las cuevas con nuevos conocimientos de cómo lucían las creaciones de los primeros humanos. El 24 de septiembre de 1879 decidió realizar una exploración junto a María Sanz de Sautuola y Escalante, su hija que en ese momento apenas contaba con ocho años.

Con rigurosa meticulosidad, Sautuola comenzó a buscar restos arqueológicos en la entrada de la cueva, mientras que la curiosidad infantil de María la llevó a adentrarse por las galerías. La niña no dudó en identificar los animales representados en las pinturas de color ocre que vio en las paredes de piedra y gritó a su padre “¡mira, papá, bueyes!”

Sautuola supo desde el principio que esas pinturas pertenecían al paleolítico y en 1880 publicó 'Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander'.

Sus acertados análisis fueron rechazados por la comunidad científica, formada por prominentes arqueólogos y prehistoriadores, y también por la jerarquía de la iglesia católica, al punto que muchos consideraron que las pinturas era en realidad falsificaciones realizadas en la era moderna.

A finales del siglo XIX, el estudio de la historia se encontraba en pañales y los hallazgos científicos eran rebatidos con fuerza para preservar las teorías de la creación postuladas en la Biblia.

Ya se sabía que los humanos habían atravesado períodos en los que funcionaban de manera más primitiva pero precisamente pocos creían que un hombre de las cavernas hubiera sido capaz de crear obras de arte tan exquisitas. Y ni soñar con pensar que las autoras de esas pinturas en las rocas hubieran sido mujeres.

Sautuola fue humillado públicamente hasta después de su muerte. Fue en 1902 cuando la comunidad científica se retractó por su negativa a aceptar de que las Cuevas de Altamira eran la primera colección de Arte Rupestre del mundo.

Uno de los principales detractores de Sautuola fue el reconocido arqueólogo francés Emile Cartailhac. Pero ante las evidencias científicas irrebatibles, tuvo la gallardía de admitir su error y publicó el artículo "Mea culpa d'un sceptique" (Mea culpa de un escéptico) en la revista L'Anthropologie.

Es poco lo que se sabe sobre la vida de la primera persona que vio los famosos bisontes que al día de hoy todavía son considerados como la Capilla Sixtina del paleolítico.

La publicación Arqueólogas señala que María nació Santander el 30 de noviembre de 1870 y murió en la misma ciudad el 25 de enero de 1946 y considera que es importante mencionarla, aunque se conozcan pocos detalles sobre su vida, porque “su figura fue tan relevante para la Arqueología Prehistórica que cambió para siempre la forma de acercarnos al estudio de nuestro pasado más remoto”.

Sobre el hallazgo, hay dos referencias bibliográficas. El escritor Amós de Escalante elogió la magnitud del descubrimiento de María en su libro Antigüedades Montañesas de 1899, señalando que la agudeza visual de la niña y la curiosidad de mirar hacia arriba en un lugar oscuro permitió que diera con los bueyes.

El historiador del arte, Herbert Kühn, tuvo la oportunidad de conversar con María sobre el hallazgo cuando era muy mayor, lo que le permitió verificar la autenticidad de los relatos orales que se habían perpetuado en el tiempo. Para Kühn, María fue la primera persona del mundo contemporáneo en ver pinturas de la época glacial.

Fuentes: Ministerio de Cultura, UNESCO, Brad Shaw Foundation, Muy Interesante, Arqueólogas

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